45. Gentes de Indonesia... puro Rock 'n' Roll



Conocer el mundo es conocer su gente. Si hay una cosa que determina los pasos de alguien que se dedica a recorrer los caminos, esperando a ver a donde le llevan, esa debe de ser la voluntad de las personas con quien se cruza. En mi viaje a las antípodas me crucé con todo tipo de personajes. Pero cuando uno se sumerge en el embriagador mundo de los recuerdos, hay lugares puntuales que vienen primero a su encuentro. Para mí, Indonesia es uno de ellos.

Este post lo dedico a mostrar imágenes que se hacen reales con solo cerrar los ojos. Recuerdo vivamente el momento en que tomé cada una de ellas. Son gentes de Indonesia, y espero que os gusten...







Indonesia me sorprendió, en un primer momento, por un aspecto meramente demográfico: la juventud de la población. Sin embrago, cuando llevaba allí pocos días, más que juventud, lo que me transmitió la gente fue jovialidad. Ya se tratase de niños o de ancianos, el carácter extrovertido y animado de los indonesios me contagió hasta el punto que me retuvo durante tres meses de viaje... que se me hicieron muy cortos







Las embarcaciones, ya sean pequeños cayucos con pintura desconchada, o inmensos buques de pasajeros con autonomía para varias semanas de viaje por alta mar, son una dimensión más de la vida de los indonesios. El país está constituido por el que está considerado el archipiélago más grande del mundo. Más de quince mil islas que son conectadas mediante navíos en los que tantas millas recorrí, tirado por los pasillos, durmiendo en cubiertas oxidadas, compartiendo momentos con familias enteras y siendo tratado con el respeto sumo que los indonesios sienten por los viajeros. Así recorrí, de una punta a otra, este vibrante país, pasando por no menos de veinte islas, desde Java hasta las Malukas; Sulawesi, Flores, Papua y muchas otras de menor tamaño





























































Este es Indarto junto a mi bicicleta. Estuvimos diez días juntos, aunque sin dirigirnos la palabra o la mirada. Durante esos días estuve entregado por completo a la meditación, en un centro-monasterio escondido entre las montañas del interior de la isla de Java en el que me adherí a unas estrictas normas. Voto de silencio, 12 horas de meditación diaria y una dieta ascética. Una dura experiencia física que, por contra, contribuyó a reconfortar mi mente. Y mis pensamientos.

Indarto era una de las personas que trabajaban en el centro como voluntarios, así que sus funciones le permitían estar en contacto con el exterior. En mi último día en el monasterio, antes de despedirme de él para retomar la carretera con mi bicicleta, le pregunté: "¿Eh, Indarto, quien ha llegado a la final de la eurocopa?" Y su respuesta fue: "Alemania y... eh, espera..., ah, sí, España".

Eran otros tiempos. No tan lejanos.







Esta es la ruta seguida por Indonesia en este Viaje a las Antípodas. Una más de las infinitas posibles. En todo caso, es la mía. Aquella que está grabada, para siempre, en el mapa ...y en mis recuerdos.

El viaje sigue...





2 comentarios:

Anónimo dijo...

CUANTO MAS LEO, MAS INTERESANTE ME PARECE TODO.
CUANTA ENVIDIA,"SI NO SE VIAJARA TANTO EN BARCO"

Anónimo dijo...

hola